Gerardo Martínez Hernández
IISUE-UNAM / gerardomartinez@filos.unam.mx
Una vez que se consumó la caída de la capital del Imperio Mexica -en agosto de 1521- comenzó una nueva etapa en la historia, caracterizada por la convivencia de distintas culturas que configuraron el virreinato de la Nueva España.
Pese a la victoria en lo militar, la imposición española no fue total. Después de la Guerra de Conquista se buscó instaurar una nueva religón entre los indígenas; sin embargo, éstos más que aceptar las nuevas creencias católicas, las reinterpretaron y las identificaron con sus antiguas deidades, formando así un singular conglomerado de creencias espirituales y religiosas.
Asimismo, los españoles, al encontrarse conviviendo con seres humanos y culturas completamente extraños a ellos, tuvieron que adaptarse a las diversas formas sociales y culturales del mundo indígena para asegurar su supervivencia. Los conquistadores -muy tempranamente- estrecharon lazos con la nobleza indígena, formando incluso vínculos familiares, lo que los llevó a someterse a un proceso de aculturación del que pocas veces se habla.
Las primeras adaptaciones de los grupos humanos que conformaron la naciente Nueva España se proyectó de diversas formas. De esta manera se puede ver la masiva adoctrinación de los indios y su sometimento a nuevas formas de explotación, pero también es posible mirar a la población europea adoptar costumbres mesoamericanas, tales como las básicas de vestido, alimentación y preservación de la salud.
Algunas de las cuestiones que aparecen constantemente en las crónicas de conquista y de evangelización fueron la perplejidad ante la naturaleza americana y el uso de las yerbas en la elaboración de medicamentos. Franciscanos, dominicos y agustinos se habían extendido a lo largo del virreinato realizando la labor de evangelización, la cual conllevó la asimilación de diversas formas de las poblaciones sometidas.
Los conventos y hospitales fundados por las órdenes religiosas también sirvieron como centros de recopilación y asimilación de prácticas culturales. En el interior de estos recintos se combinaron saberes de distintos sistemas médicos que dio como resultado una terapéutica que se puede denominar propiamente novohispana e incluía la utilización de plantas medicinales de diversas regiones del virreinato. Incluso, durante la segunda mitad del siglo XVI algunos religiosos se dieron a la tarea de escribir los primeros tratados médicos novohispanos en los que se puede comprobar que la práctica médica era una combinación de saberes galénicos con plantas medicinales mexicanas.
En 1536 se fundó el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco en el cual los franciscanos comenzaron a educar a los hijos de las élites indígenas bajo los cánones europeos. Dentro de este espacio educativo se dio un intenso intercambio de información y de conocimientos entre el mundo europeo y el indígena. En 1552 dos indígenas asistentes de este colegio escribieron e ilustraron el primer texto novohispano sobre plantas medicinales, el cual mostraba el grado de sincretismo cultural que había alcanzado la medicina novohispana en las primeras décadas posteriores a la conquista.
En el Libellus de medicinalibus indorum herbis (Librito de las hierbas medicinales de los indios) o Códice de la Cruz-Badiano se hace patente la comunicación sistemática y circulación de saberes médicos indígenas y españoles. Diversos autores consideran este códice como el primer escrito mestizo de la medicina mexicana.
Elaborado por el ticitl Martín de la Cruz en su lengua materna (náhuatl) y traducido al latín por el xochimilca noble Juan Badiano, el Libellus es un breve, pero rico antidotario que contiene remedios de origen animal, mineral y vegetal que se usaban en la medicina indígena para atender distintas enfermedades y que con certeza se practicaba en el colegio del convento de Tlatelolco.
Las noticias sobre el mundo natural americano y el aprovechamiento de sus plantas dentro de la terapéutica médica hicieron que años más tarde, en 1570, el rey Felipe II ordenara la que se conoce como la primera expedición científica al Nuevo Mundo.
El personaje elegido para realizar esta tarea fue el médico toledano Francisco Hernández, quien visitó el virreinato novohispano entre 1571 y 1577. Hernández legó una gran cantidad de información de primera mano acerca de la naturaleza y la sociedad mexicana del siglo XVI. La obra de este facultativo jugó un papel fundamental en la incorporación y proyección del conocimiento indígena a la materia médica europea.
Para saber más:
Gruzinski, Serge (2007). El pensamiento mestizo. Cultura amerindia y civilización del Renacimiento, Barcelona, Paidós.
Martínez Hernández, Gerardo (2022). “The social and cultural construction of medicine in New Spain: The Hospital of San Joseph de los Naturales in Mexico City, 16th century”, Intus Legere Historia, Vol. 16, No. 1, pp. 173-191.
Pardo Tomás, José (2003). “Conversion medicine. Communication and circulation of knowledge in the franciscan convent and college of Tlatelolco, 1527-1577”, Quaderni Storici 142, a. XLVIII, núm.1, pp. 1-21.
Pardo Tomás, José (2002). El tesoro natural de América. Oviedo, Monardes y Hernández: Colonialismo y ciencia en el siglo XVI, Madrid, Nivola.
Somolinos D’Ardois, Germán (1960). “Vida y obra de Francisco Hernández”, en Francisco Hernández, Obras completas. Tomo I, México, UNAM, pp. 95-373.

Título: Libellus de medicinalibus Indorum herbis f. 29r.
Fuente: https://www.academia.edu/2777939/Libellus_de_Medicinalibus_Indorum_Herbis_Digital_facsimile
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