La primera cátedra de medicina en el Nuevo Mundo

Gerardo Martínez Hernández

IISUE-UNAM

gemarh@yahoo.com

El 21 de septiembre de 1551 el príncipe Felipe, en representación de su padre, el rey Carlos I, expidió en Toro la cédula de fundación de la Real Universidad de México. No era la primera universidad que se instituía en el Nuevo Mundo. Anteriormente ya se habían erigido las de Santo Domingo (1538) y la de San Marcos de Lima (mayo 1553). La primera, sin embargo, nunca fue reconocida por la autoridad real, mientras que la segunda demoró varias décadas en fundar la totalidad de sus cátedras.

En la segunda mitad del siglo XVI se abrieron también las universidades de Santiago de la Paz (Santo Domingo 1558), la Tomista de Nueva Granada (1580) y la de Quito (1586). La monarquía española fue pionera en erigir estudios muy tempranamente en tierras de conquista, por lo tanto, las universidades hispanoamericanas fueron las primeras en abrirse fuera del continente europeo. De todas esas fundaciones americanas la única que contó con cátedras de medicina durante la centuria del quinientos fue la novohispana.

La temprana apertura de universidades en el Nuevo Mundo respondió a la necesidad de formar los cuadros burocráticos que serían la base de las administraciones virreinales. La monarquía española durante el siglo XVI experimentó un crecimiento sin precedentes y, por lo tanto, requería de funcionarios cualificados para administrar las instituciones que se abrían en los nuevos territorios de conquista. Durante los reinados de los reyes católicos, Carlos I y Felipe II las universidades españolas se multiplicaron exponencialmente alrededor de todos los territorios del imperio. Y en los siglos subsiguientes la creación de universidades, aunque en menor cantidad, no cesó. 

Las universidades de la época solían agrupar cinco facultades: artes, teología, derecho civil, derecho canónico y medicina. Artes era considerada una facultad menor, o de tipo propedéutico, en la que se enseñaban las artes liberales. Este conjunto de conocimientos agrupaba a las artes de la palabra (gramática, retórica y dialéctica) y las artes del número (aritmética, geometría, astronomía y música).

Las artes conformaban la base del llamado sistema escolástico, en el que el conocimiento se adquiría mediante la memorización de los principios de las auctoritas (autores clásicos: grecorromanos y medievales) y la habilidad para citarlos en determinadas cuestiones o querellas intelectuales. Hay que recordar que en la época el conocimiento no se generaba sino que éste ya se encontraba preestablecido por Dios, por lo que para acceder a él había que tener una determinada preparación.

Una vez que los estudiantes obtenían su primer grado universitario -el de bachiller en artes- podían acceder a estudiar a cualquiera del resto de las cuatro facultades a las que se denominaba mayores. En todas las facultades se otorgaban los grados de bachiller, licenciado y doctor. Sólo en la facultad de teología, por una cuestión de humildad religiosa, se daba el grado de maestro. El grado de bachiller era el único requería de la asistencia a cursos. Los grados mayores de licenciado y doctor se obtenían mediante exámenes y el pago de costosas propinas a los examinadores y autoridades universitarias, pagos que solamente podían hacer miembros de las élites de gobierno y de la iglesia.

Después de su primera formación en la facultad de artes, la mayor parte de los estudiantes elegía proseguir en las facultades de teología, derecho civil y derecho canónico. Medicina siempre fue una facultad minoritaria en ese sentido: contaba con poco número de estudiantes en comparación con el resto de las otras facultades. Esto sucedía porque las diciplinas jurídicas (civil y eclesiástica) y la teología auguraban mejores salidas profesionales dentro del creciente aparato administrativo de la monarquía hispánica.

Asimismo, teología fue una disciplina que ofrecía capacitación para integrarse al clero, ya fuera al regular o al secular. Particularmente en América, teología era una facultad bastante concurrida debido a que uno de los objetivos principales de la corona en tierras de conquista era la formación adecuada de los evangelizadores de las poblaciones indígenas. En este cuadro la situación de la facultad de medicina no era muy halagüeña, por lo que es posible entender por qué fue la facultad que más demoró en abrir cátedras en América.

La Real Universidad de México, oficialmente abrió sus puertas en junio de 1553. En ese mismo año se comenzaron a leer cátedras en las facultades de artes, teología y ambos derechos. Medicina tendría que esperar al año 1579 para que se dictara su primera cátedra.  No obstante, el que no existieran cátedras no significaba que no hubiera facultades. Es decir, que podía existir una facultad sin cátedras; este fue el caso de medicina.

A partir de agosto de 1553 se registraron los primeros grados de medicina en el estudio mexicano. En las dos décadas siguientes el número de grados en medicina fue aumentando. La forma en que la Real Universidad otorgó los primeros grados de bachiller, licenciado y doctor en medicina fue mediante el sistema de la incorporación, el cual consistía en la revalidación de los títulos obtenidos en diversas universidades españolas o europeas.

Durante esta época era más significativa la existencia de una corporación, o un colegio, que su propio funcionamiento institucional. El corporativismo daba a los individuos un sentimiento de pertenencia y ciertos privilegios dentro de una sociedad altamente estratificada. Por ello resultaba más importante la creación de un colegio de médicos universitarios que la propia enseñanza de la medicina. Mediante el mecanismo de la incorporación se dieron en la Real Universidad de México al menos doce grados de medicina antes de la inauguración de su cátedra de prima en 1579.

Entre los médicos que se incorporaron a la Real Universidad de México durante las dos décadas posteriores a su fundación, sobresale la figura del doctor sevillano Juan de la Fuente, quien incorporó su grado el 14 de abril de 1563. De la Fuente había llegado el año anterior a la Ciudad de México junto con su familia y una importante biblioteca médica y humanista. Su formación como galeno no se ha podido aclarar del todo. Se sabe que sus grados mayores de licenciado y doctor los obtuvo en la Universidad de Sevilla en 1557, sin embargo, se ignora en qué universidad obtuvo el grado de bachiller en medicina. En su limpieza de sangre, hecha en la Inquisición novohispana, se apunta que estudió en Salamanca o Alcalá; sin embargo, estas dos universidades tenían tendencias teóricas diferentes en esta disciplina. Salamanca era una universidad con muchos resabios medievales; por su parte Alcalá representaba la vanguardia del humanismo español.

Al poco tiempo de su llegada, Juan de la Fuente se volvió una persona muy influyente dentro de la Ciudad de México; entabló amistad con las más altas autoridades del virreinato lo que le valió ser nombrado Protomédico de la ciudad durante varios años. De igual forma, su relación con el inquisidor Pedro Moya de Contreras hizo que éste lo designara médico del Tribunal de la Santa Inquisición en 1572. En otras palabras, Juan de la Fuente acumuló rápidamente nombramientos y privilegios en la sociedad novohispana de la segunda mitad del siglo XVI.

Por ello no resulta extraño que cuando se abrió el concurso para la dotación de la cátedra de prima de medicina en la Real Universidad en mayo de 1578 el único que presentó oposición fue el médico sevillano. Al no haber más opositores, el 21 de junio de ese año “mandaron y dieron la dicha cátedra al dicho doctor De la Fuente para que la lea y la rija conforme a los estatutos de esta universidad que son los de Salamanca, por tiempo de cuatro años”. La cátedra comenzó a leerse en enero de 1579.

La cátedra de prima de medicina se abrió en calidad de temporal, lo que significaba que vacaría a los cuatro años. Así el 10 de julio de 1582 nuevamente se llamó a concurso, siendo otra vez el único candidato el doctor De la Fuente. Cuatro meses después, en noviembre de dicho año, se estatuyó que la cátedra de prima se convirtiera en cátedra de propiedad, es decir, que su lector la ocuparía de forma vitalicia. Juan de la Fuente estuvo al frente de su cátedra hasta el día de su muerte, acontecida el 27 de febrero de 1595. Su lugar fue ocupado por un alumno suyo, Juan de Contreras, quien lo rigió hasta el año de su jubilación en 1615.


Para saber más:

Fernández del Castillo, Francisco, La Facultad de Medicina según el Archivo de la Real y Pontificia Universidad de México, México, Consejo de Humanidades, 1953.

Kagan, Richard L., Students and society in early modern Spain, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1974.

Martínez Hernández, Gerardo, “Limpieza de Sangre del doctor Juan de la Fuente, primer catedrático de medicina de la Real Universidad de México (1572)”, Estudios de Historia Novohispana, 50 (enero-junio 2014) pp. 175-211.

Martínez Hernández, Gerardo, “Más allá de la primera cátedra del Nuevo Mundo: Tiempo, vida y obra de Juan de la Fuente”, Asclepio 72 (2), 2020, p. 314. DOI: https://doi.org/10.3989/asclepio.2020.15

Rodríguez Cruz, María Águeda, Historia de las Universidades Hispanoamericanas. Periodo hispánico, Bogotá, Patronato Colombiano de Artes y Ciencias, Instituto Caro y Cuervo, 1973. 2 vols.

Imagen: Martín de Cervera. Lección de teología en la Universidad de Salamanca, con alumnos de diversas órdenes religiosas. 1614. Óleo.
Fuente: https://metode.es/wp-content/uploads/2021/09/110ES-andrade-teologia-ciencia.pdf

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