Volver al cajón de los papeles para escribir historias sobre la muerte repentina

Rafael Castañeda García

IISUE-UNAM / rafauami@hotmail.com

Todo indica que la primera pandemia del siglo XXI y sus efectos serán un parteaguas en el devenir de la humanidad y bien podría aplicársele -desde ahora- la etiqueta de un evento histórico. ¿Cómo modificará esto la agenda en el oficio del historiador? ¿Una vuelta a la historia demográfica y al estudio de las enfermedades se avecina en los próximos años, con un renovado interés en fuentes, métodos, conceptos e interpretaciones?

Sabemos que hay una historiografía sobre las epidemias ya consolidada, un campo especializado que se ha nutrido de la interdisciplinariedad, particularmente de la historia de la ciencia, pero también se le ha achacado la confiabilidad en los números. Sin embargo, como lo dijo en su momento el historiador británico Tony Wrigley, la historia demográfica tiene la ventaja de poder ocuparse de todos los hombres y mujeres y no solamente de aquellos que fueron poderosos.

Al escribir estas líneas, pienso que antes del covid-19 esta disciplina no estaba en las preferencias de la comunidad de historiadores de México y posiblemente de otras latitudes. Para nadie es un secreto que una parte de la agenda de investigación o modas historiográficas suele verse dominada por las conmemoraciones de hechos históricos: el bicentenario de la Independencia, el centenario de la Revolución Mexicana, los cincuenta años del movimiento estudiantil de 1968, y se avecinan los 500 años de la caída de Tenochtitlán. Además de temas que cada día se van consolidando como la historia ambiental, la historia de las emociones, de los conceptos, del género y del racismo.

La Segunda Guerra Mundial, las independencias de las colonias africanas, la revuelta en la India, la caída del muro de Berlín y el predominio económico de China en el mundo, entre otros eventos, ha traído consigo en el quehacer del historiador nuevas líneas de investigación, por ejemplo, la etnicidad, las identidades, la conciencia nacional y los sujetos subalternos.

Nuestro presente hace repensar el pasado después de la pandemia. Una historia de la incertidumbre está por hacerse y tendría que tener una capítulo sobre estos episodios cíclicos de enfermedades contagiosas. ¿Cómo pensar la sociabilidad y sus espacios en estos momentos de crisis? ¿Hoy como ayer, la violencia doméstica se vio incrementada? ¿Qué tipo de expresiones de solidaridad hubo por parte de ciertos sectores de la sociedad para con los más afectados?

En estas semanas valoramos como nunca el papel de las enfermeras, y llevamos años contemplando sin darle el reconocimiento que merecen a las cuidadoras primarias, casi siempre mujeres, de enfermos con cáncer.  Inquietudes que a corto plazo probablemente sean consideradas cuando regresemos a consultar los archivos históricos, particularmente por los jóvenes historiadores que están en busca de nuevas temáticas.

Imagino que el ramo epidemias del Archivo General de la Nación será muy consultado pero hay otro tipo de repositorios documentales que merecen ser atendidos. Por citar un ejemplo, el fondo Escuela Nacional Preparatoria del Archivo Histórico de la UNAM, contiene un expediente de 1903 con la “solicitud de apoyo de recursos para las víctimas de peste de Mazatlán”, y contiene “la respuesta solidaria de la comunidad de la escuela”. Además, en otros de sus fondos documentales se pueden consultar los distintos reglamentos “sobre aislamiento y desinfección en los casos de enfermedades contagiosas”, y evidentemente es un acervo indispensable para hacer una historia de las mujeres y hombres dedicados a la enfermería.

Nuestra imaginación histórica está determinada por el presente, y este confinamiento nos ha dejado muchas enseñanzas, nos ha recordado la fragilidad humana, el incremento del racismo y de las desigualdades en momentos de crisis, la estrecha relación afectiva con las mascotas, y los miedos colectivos. Pero no quiero cerrar este texto sin arrojar la siguiente hipótesis: el encierro al que hemos estado sometidos buena parte del mundo, también hizo que nuestra capacidad de indignación se incrementara frente a hechos como los de George Floyd en Minneapolis y Giovanni López en Jalisco.

Sala Medina, Biblioteca Nacional de Chile.
Fotografía de Rafael Castañeda (2013).

Deja un comentario