Carlos Alcalá Ferráez
Universidad Autónoma de Yucatán / carlos.alcala@correo.uady.mx
Las epidemias son un tema estudiado desde diversas perspectivas. Ante las noticias de una eventual enfermedad que pudiese afectar a una población determinada, las reacciones a la amenaza son visibles: miedo, preocupación, incertidumbre, escenarios catastróficos, estrategias para enfrentar a la epidemia, así como la búsqueda de protección en relación con la creencia o ideología de cada individuo o grupo.
El escenario ideal es que la enfermedad no se presente en nuestro entorno; deseamos que no haya casos y por supuesto, que nadie fallezca y así, pasar la página y continuar viviendo. Sin embargo, a través de la historia de la humanidad se han presentado grandes pandemias como la peste, el cólera, la influenza y actualmente el covid-19, que de manera inexorable afectan el entorno que habitamos.
Frente este escenario inédito, o más bien, que no imaginamos que sucedería, desde el mes de enero, las autoridades sanitarias mencionaron que el objetivo principal consistía en contener la epidemia; es decir, que el impacto fuese menor del que pudiera presentarse sin la intervención de las instituciones de salud o comisiones responsables. A esto se han referido cuando utilizan términos como el aplanamiento de la curva, la sana distancia y los confinamientos, entre otras. No obstante, un contexto como el nuestro, que está marcado por una profunda desigualdad económica y social, tiene como consecuencia que este padecimiento afecte al territorio nacional. Por lo tanto, las acciones han estado encaminadas a mitigar los daños. Esto parecería un escenario de resignación, pero si nos remitimos a las lecturas del pasado, encontraremos que este discurso forma parte del constructo de las epidemias.
En 1832, el Dictamen de la Junta de Sanidad del estado de Yucatán fue contundente de cara a la amenaza inminente de la pandemia del cólera morbus. El texto describe la situación en Europa, los saberes de la época, así como la descripción de las medidas de aislamiento como las cuarentenas. La principal preocupación de las autoridades de esta entidad consistía en conservar el aislamiento a través de la vigilancia marítima, debido a que los buques eran el principal medio de transporte de un agente infeccioso o fuente de contagio.
El Dictamenanotaba que los caminos terrestres, por donde se transportaban también muchos productos derivados del contrabando entre comerciantes yucatecos e ingleses que vivían en Belice, representaban “una rápida escala al contagio mortal, por los mismos puntos que hasta ahora han servido para defraudar a la hacienda pública, logrando introducir clandestinamente no ya solo sus mercancías sino con ellas la desolación y la muerte”.
Tal como se ha propuesto en la pandemia de covid-19, el control de la movilidad era una de las medidas fundamentales para la prevención del cólera en el año de 1832; empero, se enfrentaron serias dificultades para establecerlas de manera contundente, en el mencionado Dictamen, las autoridades yucatecas destacaron que era necesario: “organizar […] los recursos que pueda prestar el Estado, para aliviar en lo posible el mal que acaso no podrá impedir, y que el pueblo al menos encuentre auxilios, consejos y asistencia”.
En resumen, en un contexto dominado por la falta de recursos económicos, la capacidad para controlar el tránsito de las vías de comunicación, así como del escenario desconocido que enfrentaban, lo más pertinente era disminuir el impacto de la epidemia. Esto lo conocemos actualmente como mitigación, objetivo primario ante una eventual enfermedad con un número de casos significativos.

Deja un comentario