Epidemias y pánico en Veracruz

Julio Contreras Utrera

Universidad Veracruzana / utrera63@hotmail.com

El miedo, la angustia, el pánico, la desolación y la cuarentena han formado parte de la sociedad desde el momento en que aparecía alguna epidemia en el mundo. La población de la ciudad de Veracruz no estuvo al margen de esta situación. Entre 1881 y 1885, los porteños vieron amenazadas sus vidas por la viruela negra, el cólera asiático y la fiebre amarilla, esta última conocida también como vómito negro. En tiempos pasados, estas epidemias habían mostrado su alta letalidad sin distinguir sexo, edad o clase social.

Los veracruzanos sabían que eran impotentes para erradicar estos males y conocían sus graves consecuencias a las familias que dependían económicamente de su trabajo diario. Ante el rumor o publicación en la prensa del surgimiento de alguna epidemia, la población de la ciudad de Veracruz entraba en pavor. La posibilidad de morir generaba un ambiente cargado de preocupación y miedo. En el Archivo Municipal de Veracruz se resguardan evidencias de estos acontecimientos, mismas que empleamos para esta reflexión histórica.

Entre 1881 y 1883, los porteños sufrieron la llegada de la viruela negra y la fiebre amarilla. El 10 de julio de 1881, el síndico segundo del ayuntamiento, R. B. Suárez, manifestó que “la época enfermiza” que se experimentaba en la ciudad, produjo pánico a sus habitantes por los graves perjuicios que pudieran causar. Un año y tres meses después, 13 de octubre de 1882, el ayuntamiento mostró preocupación por la posible llegada del cólera a la ciudad de Veracruz. Se rumoró que en los puertos de Frontera y San Juan Bautista (hoy Villahermosa) estaba presente el cólera asiático. Sin embargo, la “Facultad Médica del Estado” de Veracruz y la “Junta de Sanidad del Puerto” constataron lo contrario. Esta última institución existió también en los puertos de Tuxpan y Coatzacoalcos.

En 1885, el pánico volvió con más fuerza debido a que las epidemias del cólera asiático y de la viruela negra amenazaron nuevamente la vida y economía tanto de los porteños como de los gobiernos estatal y nacional. El 25 de agosto de ese año, los comisionados de las sociedades mutualistas “La Gloria”, “La Unión”, “El Porvenir”, “La Protectora” y “El Progreso”, expusieron al ayuntamiento la preocupación de que la población se contagiara del cólera asiático ante la llegada del vapor “Oaxaca”, procedente del puerto de Santander, España. Indicaron que en este último puerto la enfermedad se había declarado oficialmente. Los citados comisionados señalaron que la noticia causó “un verdadero pánico entre los vecinos” y que fundamentaba el “motivo de alarma [en] todos los habitantes del municipio por el natural temor de que” la ciudad fuera invadida por esa epidemia.

El miedo de los porteños fue debido a los rumores que existieron acerca de las medidas para el vapor Oaxaca. Los comisionados dijeron que había incertidumbre entre los habitantes porque se desconocían las providencias oficiales. Es decir, éstas no se habían publicado “en los periódicos para ilustrar a las masas”. Por un lado, se decía que la Junta de Sanidad acordó que el barco abandonara inmediatamente el puerto “por razones de gran peso”. Por el otro, circuló la versión de que el gobierno federal ordenó “la entrada y descarga” del citado vapor. Asimismo, se dijo que la Junta mantuvo su posición convenciendo al gobierno “con argumentos científicos”.

Además de estas versiones, hubo una tercera que fue la de mayor preocupación entre los habitantes de la ciudad. Se rumoró que “un socio de la Compañía de navegación” bajó a tierra el día 24 de agosto y que “en pláticas confidenciales” con los integrantes de la Junta de Sanidad acordaron descargar el barco “en la Isla Verde”, que estaba situada al sureste del puerto en “donde era constante la dirección del viento en la actualidad”. Los comisionados sostuvieron que, si esta versión era cierta, el cargamento del barco no podía fumigarse “al aire libre” y su desembarque pondría en peligro “la salubridad pública de Veracruz”, por lo tanto, serían inútiles “las citas” de autores y de las opiniones hechas por los integrantes de la Junta para señalar este mal.

Bajo el argumento de cuidar la salubridad, bienestar y reposo de los porteños, los comisionados de las sociedades mutualistas solicitaron al ayuntamiento averiguar qué sucedía “en el asunto del vapor Oaxaca”. Pedían que tomara las medidas “para librar a la ciudad del azote de la peste” y que recabara y publicara “inmediatamente” las actas de las sesiones “de la Junta de Sanidad “para que el pueblo se [enterara] de lo que [hubiera] acontecido y [volviera] la tranquilidad a los espíritus tan profundamente excitados por esos sucesos.

En su memoria de gobierno, el ejecutivo veracruzano, Juan Enríquez, hizo también referencia al pánico causado por las epidemias en 1885. Señaló que la Junta de Sanidad debió realizar trabajos laboriosos ante la presencia “de la viruela negra en algunos puntos del país y del extranjero, y la del cólera asiático en Europa”. Respecto a esta última, Enríquez indicó que las noticias de la prensa sobre los casos de “cólera en Italia, Francia y España alarmaron a los vecinos de [la] ciudad” de Veracruz, a pesar de que la Junta de Sanidad Municipal había acordado varias medidas higiénicas-preventivas para evitar el arribo de “esa terrible enfermedad”. Enríquez decía además, que aunque la citada Junta se reunía “casi todos los días 2 ó 3 veces” y en algunas ocasiones en las noches, para tomar una medida sobre la entrada al puerto de “los vapores y buques de vela que venían de Europa”, los porteños no estuvieron conformes. Éstos se agruparon y asistieron a las reuniones de la Junta, e incluso pidieron que una comisión del ayuntamiento se presentara e “impidiera la entrada al puerto de un vapor que se decía que había tenido novedad a bordo”.

Para “calmar la ansiedad que se notaba en todos los concurrentes”, la Junta de Sanidad explicó que las medidas acordadas evitarían el contagio y que por lo tanto “no había motivo de la alarma que se había esparcido por la ciudad”. Esta institución manifestó que era “la primera que estaba interesada en el bien de la población y que por ningún motivo acordaría nada que pudiera poner” en peligro salud de la población.

El temor al contagio de las enfermedades epidémicas fue más allá de la ciudad de Veracruz. El gobierno federal estuvo atento para que el ayuntamiento y el ejecutivo estatal tomaran las medidas necesarias que evitaran la propagación de estas enfermedades en el interior del país. El miedo se fundaba en el conocimiento acerca de estos males y que desde el puerto podían extenderse tierra adentro.

El puerto de Veracruz durante la década de 1880.
Créditos: Archivo General de la Nación (https://www.gob.mx/agn/)

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